Con Alejandro Spangenberg |
El señor de los caminos |
El psicólogo y catedrático cuenta cómo se puede ser feliz tras 14 días de ayuno, al aire libre y con una manta. |
C.B. En su despacho privado tiene un cuadro muy ilustrativo de la cultura chamánica: un indio sabio hincado frente a un fuego sagrado mira al horizonte; detrás suyo hay montañas, y los que divisen atentamente la pintura podrán encontrar rostros humanos en ellas. De la misma forma, la figura de un búfalo se confunde con una nube. Frente a ese cuadro hay otro. Es una ilustración de El Señor de los Anillos donde se ve al mago Gandalf en el centro. Se lo regalaron a principios de los años 90´, mucho antes de que el director neocelandés Peter Jackson explotara en cine (y por tres) la obra de J.R.R. Tolkien. Spangenberg habla de linajes ancestrales de cazadores, guerreros o curadores. Dice que en Uruguay hubo chamanismo mientras hubo indígenas pero que hoy no se puede enseñar ni aprender "en un tallercito, un cursito o laboratorio de fin de semana". El chamán mexicano Aurelio Díaz lo bautizó Hombre Medicina (chamán) en Uruguay. Díaz, Hombre Medicina en México y Estados Unidos, le pasó sus conocimientos y compartió su cosmovisión en 2000. -El Camino Rojo ¿es la única tradición chamánica en Uruguay? -La única que mantiene las tradiciones, sí. Las comunidades nativas estaban organizadas alrededor de la espiritualidad, esta comprensión de que está todo vivo y en relación y de que existe un solo creador que es una dualidad masculina y femenina. Los indígenas no partían de un yo que quiere tener cosas, sino de un colectivo. Un cazador no caza para sí mismo, caza para todos. El Camino Rojo sigue ceremonias muy antiguas como la búsqueda de la visión, también practicada en Europa y Asia. El ayuno y el retiro en la naturaleza es común en todos lados, con la soledad como voto de silencio, sin comer y sin beber. El primer año incluye ayuno completo al lado de un árbol, durante cuatro días. Como en la casa de Gran Hermano, el que sucumbe, puede abandonar la misión. "Es un trabajo de meditación, de introspección, de comprensión de la propia vida, del contacto perdido con la naturaleza". El rito del círculo completo de la vida tiene cuatro entradas, que son los cuatro puntos cardinales: del este al sur, al oeste y al norte. Cada uno de esos puntos cardinales es un puntal direccional hacia las cualidades. La persona que hace la búsqueda debe implorar que esas cualidades les sean concedidas. Esos cuatro días con ayuno y sin beber agua son para alcanzar la humildad, la entrega y la confianza. Un año después, en el sur se procura el entendimiento, la integridad y la cura del alma. La proeza dura siete días. Durante los primeros cuatro días se repite el ayuno completo, y al quinto los más experimentados lo visitan con tres frutas y un té que se hace con una planta sagrada. "Es para darle motivación a la persona, para ver cómo está e hidratarla. Ahí se va con la ropa puesta y una manta, nada más. Ni reloj, ni lápices y hojas, ni nada que distraiga". Al tercer año la tarea es intentar un contacto con el Gran Misterio. Se busca saber quién es uno en realidad. "De tal manera que cuando uno hable de sí mismo, hable desde quien sabe que es, despojado de todas las máscaras que desarrolló en la sociedad". Al octavo día se visita al individuo con un litro de agua y tres frutas más. Serán sus únicos alimentos durante dos días con sus noches. Por último, en el cuarto año, la persona se orientará al norte. Durante los primeros nueve días el ritual se repite, y a la mañana del décimo día recibe visitas; puede hablar con los visitantes, quienes le llevan cuatro alimentos: otro litro de agua (que significa la transparencia), algunos granos de maíz (la humildad), una fruta (la generosidad) y un poco de carne asada (la fuerza). Con esa comida debe conformarse por cuatro noches más, y a la mañana del día 14 sus compañeros lo pasan a buscar. Ahí termina el ciclo. Quien logre llegar al final del impresionante camino formará parte de un consejo de notables en búsqueda de la visión. Spangenberg destaca el factor comunitario en una tarea a simple vista personal. "A unos cuantos metros de allí, se enciende un fuego sagrado que está prendido todo el día con una custodia, se reza por la persona que está haciendo su búsqueda. Los que están en el campamento van a comer y tomar agua mientras rezan por la persona para que esté bien y le brindan su energía. Son como un ancla". -¿Cuál es la recompensa de una práctica tan dura durante cuatro años? -Encontrarle el sentido a la vida, conocer por qué estamos acá y para qué. Lo que fluye allí es el más puro amor por los otros. "Es una experiencia tan poderosa que te cambia la vida. Ví ancianos de 70 años y diabéticos que la hicieron". También sabe que murieron dos personas en el mundo en plena experiencia mística (en México y España), pero afirma que eligieron morir allí. "Pudieron haber abandonado y no lo hicieron. Decidieron quedarse allí". |

De temazcales a masajes especiales y visiones del aura |
El momento de los sanadores criollos |
Algunos dan clases de chamanismo, aunque no se consideren chamanes. Otros aprendieron cómo organizar temazcales y viven de esas carpas para la purificación. Todos alertan que hay que tener cuidado porque hay "chantas" en la vuelta. |
CÉSAR BIANCHI Un chamán es un sanador, un curador espiritual, un buscador de almas y del espíritu propio. Algunos dicen que despiertan estados de consciencia aletargados, que elevan espíritus que se quedaron apegados a su ropa, que logran interpretar a Dios y entrar en una simbiosis con la naturaleza como nadie más puede. Todo eso. Las culturas chamánicas son las más antiguas de la humanidad. La palabra chamán viene de shaman, y existe desde hace 500 años en la Siberia rusa. El Diccionario Enciclopédico de las Sectas del catedrático español Manuel Guerra designa a la persona que experimenta una llamada religiosa y es capaz de caer en un "trance extático, dominio del fuego, contactos con los espíritus benéficos o maléficos en los viajes siderales del espíritu o alma del chamán". Jorge Finozzi, quien se define como terapeuta holístico, dice que en todo el mundo los chamanes son apreciados por sus conocimientos, casi sobrenaturales. A juzgar por su definición, nada se les escapa en este universo y cualquier otro: "Es alguien que tiene la capacidad de conectar los mundos, el mundo interno, espiritual y el físico. Los chamanes, donde existen, son muy queridos por la población: saben el por qué y el para qué de todo, saben el origen de cada enfermedad y cómo curarlas". Al pensar en un chamán, el imaginario colectivo suele pensar en un indígena viejo y sabio, bailando alrededor de un fuego que invoca a sus dioses. No está mal imaginarlos así. Sin embargo, los chamanes uruguayos son bastante más distintos. Los hay. Y cada vez más uruguayos apelan a ellos. Jorge Panzariello da un curso que se llama "Introducción al chamanismo", que dura uno o dos meses con clases de una hora por semana. Dice que allí enseña "técnicas de equilibrio" y a los que lo logran, los lleva al segundo estadio: expandir la conciencia. Curiosamente, Panzariello no se reconoce chamán, aunque si lo fuera tampoco lo admitiría, por aquello de la vergüenza que les da asumirse como tal. Reconoce ser un aprendiz de chamán y afirma que fue bautizado con la tradición maya en la provincia mexicana de Yucatán. Algo similar le pasa a Carlos Montano, director del Instituto Ser, que enseña y practica "reiki y terapias alternativas". Cuando habla de chamanes, Montano habla en primera persona del plural ("determinados tipos de chamanes que trabajamos el sistema kahuna o los karuna de la tribu Runna, curamos por las ondas cuánticas"), aunque después no se reconoce chamán ("soy sólo un maestro de reiki"). Finozzi tampoco se define como chamán. Dice: "El chamanismo entiende que la naturaleza está poblada de espíritus pero lo que se busca es el encuentro del espíritu propio". Y cuando define lo que él hace, sostiene: "Creemos en unir al hombre con su espiritualidad. El individuo tiene que prepararse para que el espíritu lo encuentre a uno". Él estudió arbolaria, practica masajes, usa medicinas florales, y sabe programación neurolingüística, mientras que su pareja Mariela Marenco hace aromaterapia y gemoterapia. Ambos se especializan en dirigir ceremoniales de temazcal: un baño de vapor generado por piedras volcánicas traídas de Salto y calentadas en un "fuego sagrado". Es una antigua práctica de purificación física, emocional, mental y espiritual. Se dicen "expertos" e invitan a los interesados a "vivenciar a fondo las posibilidades totales del hombre". Maestros del sol y la tierra Panzariello hacía "masajes esenciales" a sus amigos. Un día de Semana Santa de 2003 estaba en Minas y empezó a hacer masajes "raros", que no sabía por qué los hacía ni qué fundamento tenían. Hoy atribuye esos extraños masajes a "una conexión a algo más inteligente, más sabio, más natural". Habla de religiones amarillas, anaranjadas, azules y rojas. Las amarillas se distinguen por el conocimiento, la luz y "lo mental", hay un agente externo que guía a las personas a ese Dios y no una única persona como puede ser un cura o un rabino. Para los musulmanes la religión hacia adentro es el sufismo (con alegorías árabes), dentro del judaísmo, los cabalistas, y entre los cristianos, los masones, los rosacruces y los gnósticos. En todos los casos hay una filosofía y un grupo de personas que guían a la persona al autoconocimiento. Las religiones azules -explica- implican el sistema. La acupuntura y la digitopuntura son ejemplos de religiones orientales azules, porque hablan de sistemas lógicos, no de Dios. Las intermedias o naranjas son las religiones vinculadas a lo pagano: un baile, los Juegos Olímpicos o el carnaval, ejemplifica. "Lo que es diversión y cuerpo, sentido corporal y emoción". Las religiones provenientes de indígenas de todos los pueblos de la tierra son rojas. Panzariello dice que el chamanismo se puede ver en una cuerda de tambores, en una pareja bailando tango o en experiencias chamanísticas como emocionarse con un amanecer o un parto. "¡Más chamanístico que el mate…! Está en la cosmovisión de los mayas, cuando ofrecían una jícara a los dioses, algo muy parecido a nuestro mate". Más allá de representaciones populares de chamanismo, los sanadores (y chamanes) curan. Montano dice que ha curado basándose en el amor, como los indios de la tribu Runna. Los sabios curaban artrosis y artritis en base al amor. Él en su clínica -asegura- ha curado 62 casos de cáncer, diabetes y otras enfermedades, todo sin medicación. En la iglesia nativista del Camino Rojo también aseguran curar cáncer, enfermedades cardiovasculares, o malestares psicológicos o espirituales. Los Hombre Medicina son intermediarios. El que realmente cura es llamado el Gran Espíritu, dicen. El tratamiento de los pacientes de Montano comienza con una visualización del aura para ver si la persona tiene un "pegote astral". Él lo explica mejor: "¿Viste Ghost, la sombra del amor? Patrick Swayze no pudo elevarse hasta cumplir una función". "Las personas que mueren quedan en determinado plano astral, hasta que se elevan. Por cada uno de nosotros se supone que hay como tres (que murieron y siguen entre nosotros). Muchas veces tiran almohadones, una toalla, te apagan la luz o te prenden la radio". A él le pasó, dice. Una vez fue a visitar a una mujer en Colón cuyo padre había fallecido, y vino su hijo afirmando haber visto al abuelo. Montano dice que el niño no desvarió. Él fue con la varilla de radiestesia y comprobó que había una energía especial en el ambiente. El profesor de chamanismo dice que ese espíritu aún no se había elevado por el apego a cosas materiales, por un amor, por odio o porque quería proteger a su familia. Con la varilla de radiestesia y su habilidad los hizo elevar a donde deben estar. Cualquier coincidencia con los Cazafantasmas es pura coincidencia. Finozzi y Marenco organizan jornadas de temazcal en Pinamar, junto a un equipo donde colaboran psicólogos. Explican que el objetivo de la ceremonia pre-hispánica es el encuentro de uno mismo, la búsqueda del espíritu propio. En un fuego "sagrado" se colocan 33 o 52 piedras volcánicas (números resultado de cuentas sagradas), fecundadas por ese fuego. Tras un par de horas donde las piedras se calientan, se trasladan con un tridente hasta una carpa o iglú formado con cañas de tacuara y tapado con mantas. La carpa representa el vientre de la mujer. Las piedras calientes tienen la tarea de fecundar ese simbólico vientre. Una mujer se debe encargar de la limpieza del piso del temazcal, tapizado de hojas de eucaliptos. El ingreso a ese temazcal recuerda el momento de la gestación, dicen. Allí adentro se purifican a través de los cuatro elementos representados: agua, tierra, fuego y aire, previo permiso solicitado a los rumbos del universo. Tabaco, frutas, granos y agua son ofrendados a los espíritus. Al temazcal ingresan entre 12 y 14 personas, pero han llegado a ser 25 uno al lado del otro, como en un ómnibus repleto pero con más de 40 grados, mientras se rozan y cantan rezos de indios mexicanos. Los resultados son muchos: limpieza energética, relajación física, eliminación de toxinas, purificación corporal por la sudoración, "y una enorme purificación mental conseguida por hierbas y aguas medicinales". "Esta es una ceremonia con intensa fuerza telúrica: conecta al individuo con las ganas de vivir, con el enraizamiento con la tierra. No es algo teórico donde la persona `entiende` que está mal, sino que… es una vivencia profunda de que ese estado negativo no le pertenece. Aquí toma fuerzas para superar ese estado", explica Finozzi. Dice que es una práctica de visión, y que la visión es luz. Que cuando una persona deprimida participa de un temazcal, encuentra la salida en un temazcal. Allí adentro, asegura, todo se hace transparente. Es curioso: la descripción de las sensaciones vividas en un temazcal es casi idéntica a la de quienes beben la ayahuasca en otra ceremonia ritual, también oriunda de tradiciones chamanísticas. "Al salir de un temazcal sentís felicidad", dice Finozzi. "Sentís esa comunión con todas las cosas. Sirve para sentir como un todo a la tierra, el fuego, el aire, los animales, las estrellas", agrega Marenco. La pareja fue a su primer temazcal en Villa Argentina, en 1996, organizado por el Fuego Sagrado o Camino Rojo. Vivió un par de años en Guajaca, México, donde conocieron líderes espirituales que hacían temazcales de barro o adobe, tapado con pieles de venado y no con simples frazadas o mantas. Finozzi y Marenco aclaran que no tienen nada que ver con la iglesia del Fuego Sagrado, que ellos son independientes. "Nosotros seguimos una tradición original con las formas originales que han sido aplicadas durante miles de años. No le agregamos cosas al temazcal porque `nos gusta más así`, ni lo hacemos `más light`", señaló. "Hay que tener la madurez suficiente para organizar un temazcal. Alguien que está al frente de uno tiene la bendición de todo un linaje ancestral, no es un improvisado que un día decidió poner un `temazcalito`, vio cómo era y lo copió". El antropólogo Renzo Pí Hugarte piensa como Spangenberg, que las formas posmodernas de chamanismo han desvirtuado las tradiciones originales. "El chamanismo como se da en las sociedades actuales está muy lejos del chamanismo indígena. Se fue aggiornando, y entra en ese conjunto multicolor que es la new age y que engloba muchas cosas". Pasó con el propio temazcal; de una carpa para sudar con propiedades higiénicas o las termas de los antiguos romanos con baños calientes y fríos, a un espacio de meditación trascendental invocando espíritus aztecas superiores. De los saunas sagrados en forma de temazcal nacieron los saunas de esta era posmoderna, y de ahí a los spa hubo solo un paso. En realidad todo el fenómeno new age se vende como pan caliente: libros esotéricos en los ventanales de librerías, cursos de metafísica abarrotados de gente, y esa constante inquietud de encontrarse a uno mismo. O como dice Pastorino, "también lo `divino` es volcado al mercado en útiles envases descartables". Moda o mito Spangenberg y Finozzi discrepan en casi todo. Una de las excepciones es que ambos creen que quienes se volcaron a otros tipos de medicina son los desahuciados por el sistema mutual. Los dos creen que el chamanismo y otras medicinas alternativas comparten una visión integral del ser humano. Álvaro Farías, especialista en sectas y nuevos movimientos religiosos, cree que el fenómeno vino para quedarse. "Hoy pueden tener más demanda el tarot o la umbanda, mañana el chamanismo o la Iglesia Universal del Reino de Dios. El fenómeno es el mismo". Lo que distingue a los fieles de unas y otras corrientes es su público. Mientras los asistentes a ritos de umbanda o van a misas de Pare de Sufrir, como se la conoce, suelen ser personas de escasos recursos, los religiosos del Santo Daime o adherentes del Camino Rojo pertenecen a un nivel socioeconómico más alto. "Son ritos para gente más preparada, intelectuales, atraídos por estar en contacto directo con la divinidad y por el uso de drogas, en algunos casos, para ese acercamiento. A la gente común le interesa lo ritual y que lo que viven en las ceremonias sirva para su vida cotidiana, que les resuelva los problemas de entrecasa. Eso para el caso de la umbanda, de los pentecostales y evangélicos", dice el antropólogo Renzo Pí. Para Farías, la explicación de por qué el hombre moderno de clase media-media alta ha optado por el chamanismo, hoy por hoy, es la aparición del "homo religioso" como modelo humano del siglo XXI. Del desencanto posmoderno, sólo se puede rescatar la religiosidad, incluso por su vuelta a las raíces. "Esta religiosidad de la new age nos presenta lo viejo como novedoso. Parecería que en la vuelta a los antepasados estaría la verdad. Por eso encontramos al hombre de hoy de traje, corbata y notebook, consultando oráculos, espíritus de muertos, magos y chamanes". Carlos Montano zanja el tema de por qué volcarse al chamanismo y corrientes religiosas similares. En Uruguay se recetan 2.322 remedios, aunque la Organización Mundial de la Salud autoriza sólo 354. "Somos basureros farmacológicos del Primer Mundo". Ahí se explica la creciente demanda en curaciones alternativas de la mente, el cuerpo y el alma. Todo sea por alcanzar la panacea de la felicidad. |